jueves, 13 de octubre de 2011

No tienen ni puta idea

No tienen ni puta idea
Por Enrique Martin
Abonado de la plaza de Madrid, las Ventas y aspirante a buen aficionado


La soledad del banderillero ¿y la soledad del aficionado?

Uno a veces tiene que contar diez veces hasta diez antes de abrir la boca o coger el teclado para escribir. Esta tarde mientras enredaba leyendo otros blogs taurinos he podido “deleitarme” con las opiniones de Julia Otero, igual que en otras ocasiones lo hago con las de Pilar Róala o cuando entro en facebook y veo como amigos míos no dudan en llamar a los aficionados a los toros “canallas”, “desgraciados” y no se cuántas más lindezas. Amigos que conocen perfectamente mis inclinaciones taurinas, la forma en que yo lo vivo y mi forma de desenvolverme en la vida, mi vida familiar y mis opiniones más personales. En esos momentos lo primero que me pide el cuerpo es darles un toque de atención y pedirles explicaciones, pero ¿para qué? En ese momento en que tienen toda la razón encima de ellos, seguro que no están para escuchar las memeces de un sádico y salvaje aficionado a los toros.

Pero a mí me gustaría saber cómo han llegado a esas conclusiones en las que nos ven como verdaderos monstruos. En primer lugar se creen los únicos amantes de los animales y de la naturaleza. Para ellos esto se traduce en tener un bicho en casa, sin preocuparse si ese bicho puede vivir en un piso de 60 metros, en una ciudad como Madrid, con una vida social que se reduce a salir a mear por la mañana y por la noche, cinco minutos cada vez. Ellos aman a los animales porque les ponen nombre, les dan de comer chuches y les dejan dormir junto a la calefacción. No se paran a pensar si ese animal es un perro siberiano que vive el verano de Madrid, con 40 grados por el día y 30 por la noche, ni si debe hacer ejercicio o no. Y estos mismos son los que cuando salen al campo quieren demostrar su entusiasmo pegando voces a los cuatro vientos, para que los pobres pajarillos y demás criaturas del campo se enteren de lo que están disfrutando al aire libre. Los mismos que dejan suelto a su perro y que ríen a carcajadas cuando un niño llora y se asusta al ver como se le viene encima. Con el que “no hace nada”, lo arreglan todo. Pero ellos sí que tienen sensibilidad.

El aficionado al toro suele ser un ser inclemente, cruel y sádico que de vez en cuando arrastra a su familia al campo, a pasear tranquilamente, a ver toros en silencio y sin molestar a los animales y como mucho a hacerles fotos. Intentar enseñar a sus hijos el respeto y el amor por un animal único en la naturaleza, el mismo que luego vez en la plaza y al que su padre o su madre o los abuelos llaman bonito cuando esperan que se arranque de lejos al caballo o a la muleta del torero. Ese animal al que aplauden hasta romperse las manos cuando es homenajeado con una vuelta al ruedo.
Estos señores no entienden que el aficionado vaya a los toros y que se ponga de parte del toro, pero no deseando ningún mal para el torero, de quien esperan y desean con todas sus fuerzas que salga triunfador. No entienden estas contradicciones, o se es blanco o negro, para ellos no hay matices. O se es cruel por ir a ver como se lidia un toro o se es un santo por ponerle calcetines de lana en invierno. Ellos creen que nos divertimos y que montamos la juerga padre al ver como sangra en el caballo, como le clavan las banderillas y como acaba muerto a estoque. Pero ¿cómo pueden ser tan ignorantes y tan retorcidos? Y por si esto fuera poco, no nos creen capaces de tener un buen sentimiento ni con nuestros hijos. ¿Qué clase de pensamientos esconden en sus humanistas y pervertidas mentes? ¿Se han parado alguna vez a intentar comprender o simplemente conocer nuestros sentimientos? Yo podría pensar que teniendo esta visión tan simplista del mundo y de la vida, todos son imbéciles, pero no lo pienso. Me vale con creer que no les gustan las corridas de toros, igual que a mí no me gusta el gazpacho. Es más, en muchos casos me asombraría enormemente que les pudiera gustar esto de la fiesta de los toros. Si tengo un amigo argentino, que nunca ha ido a una plaza, que nunca ha visto el toro en el campo y que nunca ha tenido a nadie que le haya llevado de la mano a mostrarle este mundo, ¿cómo puedo esperar que se haga aficionado de la noche al día? Es más, hasta soy capaz de entender que no le resulte agradable ver como muere un animal, pero ahí acaban mis reflexiones sobre él; allá cada uno con sus ideas y con sus inquietudes.
Pero estos señores no. Se construyen su idea en su cabeza y a partir de ahí tejen una madeja en la que no cabe más información que sus creencias. Y esta falta de datos, necesariamente tiene que ser suplida con lo que genere su ignorancia, sus prejuicios y con lo que se supone que debe pensar una mente moderna y progresista, que tiene tan asumido el confort en que vive el ser humano, que dan un paso más y pasan a preocuparse casi de forma enfermiza de los animales. Animales a los que se les dota de atributos propios del ser humano, sin pararse a pensar en si esto es bueno o malo para su “mascota”. Y si no piensan en la “mascota”, no esperemos que piensen en el ser humano.
Realmente a veces me dan miedo. Me asusta ver con que vehemencia y con qué odio se dirigen a los que se supone que son sus semejantes, como se ríen y disfrutan cuando un torero resulta herido o algo peor y como disfrutan y hasta brindan con champán en la jeta de quien en ese momento está sufriendo. Pero si no entienden nada de lo que es la fiesta de los toros, de la afición y del porque de todo esto, ¿Cómo van a entender el sufrimiento? Como bien dice en alguna de sus entradas Juan Medina, los nazis sentían el dolor de los animales, pero no se planteaban el del ser humano. Con una mano acariciaban a su perro, mientras que con la otra apretaban el gatillo.Es tanta la simpleza y la ignorancia que se creen que viven en el mundo de Disney, de repente desaparecen las corridas de toros, los malvados taurinos se marchan y dejan a los afables toros con su familia bovina viviendo en extensas y fértiles dehesas. ¿Cómo se puede tener y alimentar un pensamiento tan pazguato? Y lo mismo se creen que esos malvados taurinos se marcharán por el mundo a seguir de fechoría en fechoría. Pues no, seguramente que los que cuidan los toros, como los aficionados que acaban de trabajar, como los que están en el paro, como los que no tienen necesidad de trabajar, estarán esperando el momento en que lleguen sus hijos, sus nietos o sus sobrinos para abrazarlos, llenarlos la cara de besos y apachurrarlos contra su pecho y a lo mejor hasta se pondrán a jugar al toro con ellos, imitando a los grandes del toreo con una toalla, una camisa, un paño de cocina o con el mantel. Así somos señores antis, ni tan retorcidos, ni tan simples. Somos tan complicados y contradictorios como cualquier ser humano, ni somos malos, malos, ni buenos, buenos. Pero total, a ustedes qué más les da, si no tienen ni puta idea.